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El Barça se derrumba en Amberes

Lo que debía ser un trámite se convirtió en una derrota histórica, dramática y muy dolorosa. El proyecto deportivo de Xavi, torpedeado desde el palco en la previa, queda muy tocado.

12/13/2023. Ya está. Algo se ha roto definitivamente. Ni proyecto, ni consenso, ni confianza ni nada de nada. Lo perpetrado por el Barça, desde el palco hasta el banquillo, en la previa, durante y después de un partido intrascendente solo puede ser catalogado como una especie de suicidio grupal. El Barça ha vivido algunos durante su historia. Este es uno de ellos. Si el presidente se mete en el vestuario, el técnico lo justifica y el director deportivo dice que todo es cosa del míster, el resultado acaba siendo una de esas derrotas que van más allá del marcador. Se acabó. Es cuestión de tiempo. Qué pena de club. Ni siquiera el empate al límite de Guiu puede curar al enfermo porque, al cabo de nada, los belgas pusieron la puntilla.

El Bosuilstadion parece un estadio inglés de los antiguos. Su grada lateral, la opuesta a tribuna, de madera, fue construida en 1923 y, por seguridad, está vacía, lo que daba al campo un aspecto desangelado. Conclusión: el Bosuilstadion está como el Barça, en construcción. Sin sarcasmos. Por los altavoces, en lugar del ‘Highway to hell’ de los campos modernos y ‘cool’, sonaba techno y trance. Dios aún existe. Hay esperanza.

¿La hay en el Barça? Lo que era un partido de trámite, el Barça, mediante una convocatoria fantasma, lo convirtió en trampa. Trampa porque, de forma consensuada según Xavi o de forma impuesta según filtraciones del club, tres futbolistas se quedaban en Barcelona y no solo no se quedaron, sino que Lewandowski fue titular junto a un grueso grupo de no habituales. Eso sí, siete canteranos en el once.

La primera jugada fue calcada a la del gol del Alavés. Posesión para el Barça, patadón arriba, recupera el rival y ocasión clarísima para hacer el primero. No se vayan todavía. La siguiente, una salida horrenda: Iñaki Peña cede para Oriol Romeu, Romeu no sé qué hizo, recoge Vermeeren y fusila la red. Cuando todo parece que va mal, aún puede ir peor. La posesión, para el Barça; las ocasiones, aunque fueran tímidas, para el Amberes, que tuvo tres antes de los diez minutos.

Media hora inexplicable

Los de Xavi se miraban con cara extraña, los unos a los otros, sin entender exactamente qué estaba pasando mientras Koundé perdía balones y Ferran Torres le decía que yo más. Lewandowski se peleaban con los centrales y Oriol Romeu, poco a poco, se recuperaba del golpe. Fermín no encontraba socios y Balde no encontraba nada. Básicamente, un primer tiempo desastroso, sin ideas, sin alma, sin pasión, sin fútbol, sin nada a lo que agarrarse. El Royal Amberes, viendo lo que tenía enfrente, se animaba de vez en cuando con cierto peligro. Media hora de partido: ni un disparo a puerta. Mejor dicho, ni a puerta ni fuera de puerta.

Hasta que apareció Lamine Yamal para meter un balón en el área teledirigido para Ferran Torres, que controló con velocidad y precisión y disparó cruzado a gol. El partido arrancaba de nuevo y de ahí al descanso pasaron pocas cosas. Afortunadamente. O no.

Partido inexplicable

Imposible saber qué pasó durante el descanso en el vestuario, pero sí lo que sucedió poco después: un desastre absoluto, el caos, la sinrazón, el desasosiego, miradas perdidas en el horizonte de Amberes. Nadie entendía nada. Los futbolistas del Barça, mucho menos. Marcó Janssen y el gol fue anulado por fuera de juego, vio la roja Sergi Roberto por una entrada que era amarilla. Hubo rectificación vía VAR. Envió Lamine el balón al travesaño y, para acabar, Janssen, que parecía Ronaldo (el bueno), marcó de disparo cruzado tras otra pérdida imperdonable de Romeu.

Xavi ordenó un triple cambio y metió a Cancelo, Pedri y Gündogan. Se fueron Romeu, Héctor Fort y Fermín. El equipo lo intentó hasta el final, más por orgullo que por otra cosa. Se fue Lewandowski, entró Marc Guiu y marcó de cabeza. Quizás hay futuro, pero el presente es muy oscuro, tanto que el Amberes tuvo tiempo de volver a marcar. El partido ante los belgas fue una obra maestra del suicidio.

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